¿Qué es la candidiasis?
Por Begoña Ruiz Núñez
La candidiasis es una infección causada por una levadura de la familia de las Candida (levaduras). Existen unas 150 especies de Candida distintas; sin embargo, la más común en nuestro organismo es la Candida Albicans. En nuestro organismo, sobre todo en el intestino, todos tenemos un cierto número de candidae (cándidas, en latín), lo que hace muy difícil el diagnóstico clínico por medio de análisis de laboratorio, puesto que se necesitaría un cultivo de heces durante varios días seguidos y hacer un estudio comparativo con individuos teóricamente “sanos”. Esto no se hace actualmente en medicina, con lo que prácticamente nunca se diagnostica adecuadamente. Los pacientes con candidiasis viven con una pésima “calidad de vida” y nunca llegan a saber el porqué, ya que, generalmente, los análisis clásicos de laboratorio no presentan resultados anómalos.
Las levaduras están presentes en todos nosotros poco después de nacer y viven en armonía (simbiosis) en nuestro organismo. Se encuentran en la piel, aparato digestivo, genitourinario, y en general en todas las mucosas. Su función es, entre otras, la de absorber cierta cantidad de metales pesados para que no entren en la sangre, nos ayudan a degradar restos de carbohidratos mal digeridos, y junto con la flora bacteriana, mantienen nuestro equilibrio intestinal y el pH. Esto significa que, hasta cierto punto, las cándidas son beneficiosas para nuestro organismo, siempre que la flora intestinal y vaginal (en mujeres las infecciones por Candida son más comunes, pero no exclusivas), junto con el sistema inmunitario, nos ayuden a mantener estas levaduras bajo control.
Hemos de comentar que una alteración de la flora intestinal conlleva una DISBIOSIS INTESTINAL, que no tiene por qué acarrear una candidiasis como consecuencia, pero sí conlleva un aumento de microorganismos patógenos que aumentan la permeabilidad intestinal y reproducen los mismos síntomas que la candidiasis. Por tanto, siempre que hablamos de ALTERACIÓN INTESTINAL, debemos programar el mismo tratamiento INICIAL, que tendrá como objetivo el reestablecimiento del equilibrio óptimo de nuestra flora intestinal.
A continuación, describiremos una serie de factores que pueden deprimir nuestro sistema inmunitario y desequilibrar la flora intestinal, causando el crecimiento excesivo de estas levaduras y, por consiguiente, la candidiasis. Por esto se dice que la disbiosis intestinal o la candidiasis es la enfermedad del siglo XXI.
Estos factores son:
Exceso de azúcar o carbohidratos refinados; alimentos como el pan, pasta, bollería e incluso miel alimentan a las cándidas, ya que su fuente de energía son los azúcares simples: lactosa, fructosa y glucosa, fundamentalmente. Los azúcares (la sacarosa es glucosa+fructosa) y harinas refinadas aumentan los niveles de glucosa en la sangre, que, como hemos nombrado, es la fuente de energía principal de las levaduras.
Agua del grifo: El cloro destruye la flora intestinal, y el flúor deprime el sistema inmunitario (¡cuidado con los dentífricos y elixires bucales!).
Uso de antibióticos, corticoides y hormonas sexuales sintéticas (píldora anticonceptiva, parches para los síntomas de la menopausia…): Los antibióticos destruyen la flora bacteriana, pero no las cándidas. Las cándidas son una familia de hongos y los antibióticos, por lo general, sólo tienen capacidad de destruir bacterias. Esto hace que las levaduras puedan crecer sin ningún microorganismo que las controle. Por otro lado, la cortisona deprime el sistema inmunitario, y las hormonas sintéticas, entre otros, destruyen ciertos nutrientes (como la vitamina B6) vitales para la salud del sistema inmunitario.
Embarazo: Durante este etapa, los niveles de progesterona aumentan, induciendo la producción de glucógeno por las glándulas endometriales, lo cual favorece el crecimiento de las Candida vaginales. Por otro lado, niveles altos de progesterona pueden provocar resistencia a la insulina, causando un exceso de glucosa en la sangre y favoreciendo el crecimiento de las cándidas.
Estrés mantenido: El exceso de cortisol (hormona del “estrés”) deprime el sistema inmunitario, aumenta los niveles de glucosa, alimentando a las cándidas; y destruye la flora bacteriana intestinal.
Disminución de las secreciones digestivas: La falta de ácido clorhídrico y de enzimas digestivas, y/o el exceso de alimentos ácidos (productos lácteos, alcohol…) impide la correcta digestión, produciendo fermentación y putrefacción dentro del intestino. Esto induce la formación de sustancias irritantes para la mucosa intestinal, favoreciendo el desequilibrio de la flora, y el crecimiento de las cándidas.
Falta de nutrientes: Necesitamos una gran cantidad de nutrientes para mantener el sistema inmunitario sano, regular las hormonas, mantener una producción adecuada de secreciones digestivas, y regular la glucosa, factores todos de vital importancia para el control de las cándidas. Cuando sufrimos algún tipo de desnutrición, las cándidas tienen más oportunidad de crecer.
Síntomas
Los síntomas de la disbiosis o candidiasis son muchos y muy variados. Un punto vital que suele ser ignorado a la hora de diagnosticar y tratar la candidiasis, es que su origen es INTESTINAL, aún cuando estemos contemplando una candidiasis vaginal, oral o de las uñas. En una paciente afectada de candidiasis vaginal, la medicina clásica contempla únicamente los síntomas localizados en la vagina, y se hace un tratamiento local: las cándidas vaginales mueren pero las intestinales siguen estando en mayor número, pudiendo volver a colonizar de nuevo la vagina. Lo mismo ocurre con una candidiasis oral: se presta atención únicamente a los síntomas bucales. Sin embargo, la candidiasis debe ser analizada en su conjunto: hay que ir más allá de sus manifestaciones locales.
Cuando la Candida prolifera en el intestino, puede cambiar su anatomía y fisiología. Se sabe que son organismos dimórficos y pueden existir en dos formas distintas. Esto quiere decir que puede dejar de ser una levadura y convertirse en un micelio fungal. En su estado de levadura, no es invasiva, mientras que en estado fungal produce rizoides (una especie de raíces muy largas) altamente invasivas que pueden atravesar las mucosas. Esto puede causar una excesiva permeabilidad de la mucosa intestinal, permitiendo el paso i a la sangre de diferentes sustancias (toxinas, proteínas mal digeridas, como el gluten…) que pueden actuar como antígenos, activando el sistema inmunitario. Una excesiva permeabilidad intestinal puede, a su vez, alterar los receptores nutricionales celulares, favoreciendo la malabsorción, dando como resultado una desnutrición.
Se sabe que las cándidas en su estado fungal pueden producir 79 productos tóxicos, entre otros, etanol, formaldehídos… El más abundante es el acetaldehído, producido por las cándidas al convertir el azúcar en alcohol. Parte de los efectos del acetaldehído son:
Formación de sustancias vasoactivas, como la adrenalina, produciendo síntomas tales como nerviosismo, pánico, miedo, taquicardias y sofocos.
Interferencia con los receptores de acetilcolina, importante para la memoria y el sistema nervioso.
Producción de histamina, y por lo tanto, inflamación en cualquier parte del cuerpo.
Bloqueo de enzimas metabólicas, lo cual puede llevar a, por ejemplo, bloqueos en la formación de neurotransmisores, como la dopamina o la serotonina.
Destrucción de vitamina B6, importante para la protección de las membranas mucosas, fortalecimiento del sistema inmunitario, equilibrio del sistema hormonal y producción de ácido clorhídrico y enzimas digestivas.
Depresión del sistema inmune.
Destrucción de glutatión y cisteína, necesarios para desintoxicar el organismo.
Interacción con la dopamina, que puede causar depresión, insomnio e incapacidad de respuesta ante el estrés.
Por otro lado, las cándidas “encajan” en los receptores hormonales celulares, compitiendo con hormonas, e incluso pueden crear receptores de nuestras propias hormonas en sus superficies. Esto puede causar bloqueos y desequilibrios en el sistema hormonal y un sinfín de problemas como síntomas premenstruales, infertilidad y endometriosis, entre otros.
Debido al grado de toxicidad en el que se encuentra el paciente con candidiasis, el organismo, y, sobre todo, el hígado, tiene que desintoxicar una gran cantidad de sustancias. Para que esto ocurra con normalidad, las dos fases básicas de desintoxicación de este órgano, la fase 1 y 2, requieren nutrientes como zinc, selenio, cobre, magnesio, vitaminas B y C, glutatión, grupos sulfuro, glicina y ácidos grasos esenciales, que debido a la mala absorción intestinal es muy posible que no se encuentren en las cantidades necesarias para que estos procesos se lleve a cabo correctamente. Si estas fases no funcionan con normalidad, el paciente con candidiasis crónica puede encontrarse peor en presencia, por ejemplo, de perfumes, humos u otros químicos que puedan penetrar en el organismo.
Una vez vista la forma en que funciona esta enfermedad, mencionaremos los síntomas más comunes:
Fatiga
Malestar general
Dolores de cabeza
Distensión abdominal
Diarreas y/o estreñimiento
Indigestión
Ardor estomacal
Deseo de comer carhohidratos (dulces, pasta, pan, etc).
Depresión
Mareo
Sensación de “resaca” por las mañanas
Dolor de articulaciones y músculos
Molestias vaginales (picores, irritación, heriditas… etc)
Falta de libido
Picor anal
Alteraciones en el ciclo menstrual
Retención de líquidos
Insomnio
Infecciones de repetición
Alergias
Afonía
Congestión nasal
Sensación de ahogo
Problemas de uñas
Molestias oculares y de oídos
Las enfermedades y desequilibrios relacionados frecuentemente con una candidiasis son:
Enfermedad de Crohn
Colitis
Colon irritable
Artritis reumatoide
Lupus
Asma
Psoriasis y/o eccemas
Sinusitis
Esclerosis múltiple
Fibromialgia
Síndrome de fatiga crónica
Hipotiroidismo
Hipoglucemias
Depresión y estados de ansiedad
Anemia
Acné
Urticaria
Alergias
Tratamiento
El tratamiento de la candidiasis debe englobar dos puntos principales: su eliminación y su prevención. Es importante corregir sistemáticamente las causas que contribuyen al desarrollo de esta enfermedad. Presentamos un protocolo de acción, pero destacamos que el tratamiento debería INDIVIDUALIZARSE.
Es muy importante mantener la alimentación durante todo el tratamiento, ya que queremos que las cándidas “mueran de hambre”. La fruta puede introducirse desde el segundo-tercer mes, a ser posible junto a proteínas para que su absorción sea más lenta.
1. La mejor forma de debilitar las cándidas es haciéndolas «pasar hambre», o sea, a través de la alimentación. Es fundamental eliminar:
Productos y alimentos que contengan azúcares o con sabor dulce (azúcar, sacarina, miel, dextrosa, siropes, refrescos, latas (mirar la etiqueta), cereales de TODO tipo, productos de bollería y pastelería, postres, helados… etc). Como hemos mencionado, el azúcar de los alimentos y la glucosa en sangre son alimentos favoritos de las cándidas.
Fruta y frutas desecadas. Se permiten manzana, papaya y piña, ya que la primera contiene pectina, buena para la flora intestinal; y las otras dos contienen enzimas digestivas, que favorecerán la digestión.
Zumos y refrescos, por su alto contenido en azúcar o carbohidratos refinados, aunque sean caseros. Mejor batidos o fruta entera.
Productos lácteos DE TODO TIPO, incluidos los yogures.
Alcohol.
Levaduras (presentes en pan, pizzas, “avecrem”…).
Patatas, yuca, ñame… ya que tienen una elevada carga glucémica.
Cerdo blanco, por su gran cantidad de histamina.
Productos fermentados, como el vinagre, tempeh, salsa de soja, miso, al menos en exceso.
Cereales y harinas DE TODO TIPO (pan, pasta, bollería… etc). Lo refinado por su elevada carga glucémica y las integrales, porque todos los cereales contienen lectinas, que aumentan la permeabilidad intestinal.
Legumbres (garbanzos, lentejas, guisantes, soja, judías…etc), ya que contienen saponinas, que perforan la flora intestinal. Patatas, yuca, ñame, ya que tienen una elevada carga glucémica, incluidos los CACAHUETES.
A cambio, lo que sí se puede comer:
o Carnes (evitar las carnes hormonadas), pescado, marisco y huevos (mejor del “0” ó “1”).
o Vegetales, de todos los no mencionados con anterioridad.
o Frutos secos y semillas de calabaza, lino, sésamo y girasol.
o Aceite de oliva y sésamo.
o Agua embotellada, si sabemos que la de nuestra zona es rica en cloro y/o flúor.
Durante el tiempo de cambio en la alimentación es muy posible que el paciente empeore temporalmente. Esto es debido a una desintoxicación, con el consiguiente aumento de sustancias tóxicas en el organismo, y también a que las cándidas están «protestando de hambre». Para ello, se puede ayudar con antioxidantes (COMPLEJO DE ANTIOXIDANTES, 1 cápsula con cada comida), para favorecer la eliminación de estas sustancias y un multivitamínico (MULTIVITAMÍNICO, 1 cápsula diaria) para aportar aquellos nutrientes que momentáneamente, debido al estado de la mucosa intestinal y la mala absorción, no puede asimilar el paciente.
Si el paciente presenta dificultades en la digestión, como por ejemplo, acidez, pesadez estomacal, etc, es importante ayudarle con enzimas digestivas (ENZIMAS DIGESTIVAS, de 2 a 9 cápsulas diarias, aumentando progresivamente cada semana).
2. Al cabo de UN MES de haber empezado la dieta, si el paciente se encuentra mejor, podemos pasar a la SIGUIENTE FASE:
Una vez debilitadas las cándidas, es importante introducir el ANTIFÚNGICO que las destruya. Hoy en día existe un gran número de antinfúngicos naturales que no producen efectos secundarios y son realmente eficaces. Los que mejores resultados son el BETAGLUCANO, ácido caprílico (TOMILLO), Pau d’arco (Lapachol) y ALLIUM SATIVUM.
Lo mejor es ir cambiándolos aproximadamente CADA MES, para que el hongo no se haga resistente. Es muy importante introducirlos con mucho cuidado, siempre empezando por dosis muy pequeñas (1 con cada comida, por ejemplo) y aumentando cada 4 ó 5 días. Si las cándidas se destruyen de golpe se pueden formar muchas toxinas y producir un fuerte empeoramiento de los síntomas.
En pacientes que tengan mucha sintomatología de desintoxicación, se recomienda darles MOLIBDENO (1 cápsula con el desayuno, comida y/o cena). Este mineral destruye los desechos de las cándidas, convirtiendo el acetaldehído en ácido acético, que entra en el ciclo de Krebs y se convierte en energía. Podemos también seguir con el COMPLEJO DE ANTIOXIDANTES y/o las ENZIMAS DIGESTIVAS, según la sintomatología, además de con el MULTIVITAMÍNICO.
3. Equilibrio. Cuando los síntomas que presentaba el paciente han remitido en su mayoría, es muy importante reequilibrar la flora intestinal. Este paso NO debe hacerse al principio, ya que cuando la pared intestinal está inflamada, puede haber una reacción de intolerancia a las bacterias «amigas». Esto puede causar dermatitis, picores, diarrea, espasmos intestinales y alergias, entre otros. Además, mientras haya un exceso de cándidas en el intestino, los Lactobacillus y demás bacterias “amigas” no pueden crecer y repoblar el tracto intestinal. Es mucho más efectivo disminuir el crecimiento de las cándidas, reducir la inflamación intestinal y después repoblar la flora intestinal. En esta fase es importante seguir con el antifúngico y sus rotaciones.
Las bacterias más abundantes son los Lactobacillus acidophilus y los Bifidobacterium bifidum. Estas bacterias se encargan de inhibir el crecimiento de ciertos organismos, como las cándidas. Conviene empezar con la suplementación de PREbióticos (unos 7-10 gramos al día, repartidos CON las comidas), para crear un medio adecuado para la repoblación de las bacterias “amigas”, durante unos 15 días, y a continuación, un PRObiótico (de 2 a 4 sobres al día), de gran calidad.
En el caso de candidiasis vaginal, es importante tomar extracto de arándano agrio para apoyar el “exterminio” de los microorganismos en la zona urogenital.
Otro aspecto importante a tener en cuenta es el reestablecimiento del equilibrio nutricional celular. Ya hemos visto que el paciente con candidiasis crónica sufre normalmente de mala absorción y, por tanto, desnutrición celular. Un organismo desnutrido difícilmente dispondrá de un sistema inmunitario sano y fuerte. En esta situación nos convienen COMPLEJO DE MULTIMINERALES (2 cápsulas al día), MULTIVITAMÍNICOS O MULTIVITAMÍNICOS CON ÁCIDO FÓLICO (este último posee más ácido fólico, necesario para la regeneración, pero es mejor tomar 2 al día, en vez de 1), y aceites omega 3 (OMEGA 3 o ACEITE DE KRILL, de 2000 a 15000 mg al día, repartidos con las comidas), en función de las necesidades de cada paciente.
A esta altura del tratamiento, es aconsejable empezar a introducir lentamente y con cuidado algunos alimentos como la fruta más dulce o más madura, patatas, champiñones y ciertos fermentados, como el vinagre, y observar si se toleran bien (añadir uno cada 48 horas). Esta fase de introducción es muy importante, ya que el paciente se irá dando cuenta claramente de qué tipo de alimentos favorecen su estado de salud y cuáles no. En este periodo, el paciente, debido a su mejoría, suele cometer «infracciones» nutricionales. Éstas casi siempre causan síntomas, no solamente porque pueden hacer brotar algunos de los síntomas de la candidiasis, sino también porque hay alimentos y sustancias que claramente afectan negativamente a la salud del paciente, independientemente de si sufre de candidiasis o no. Éstos suelen ser azúcares (productos refinados en general), lácteos y panes.
Durante este periodo y gracias a los efectos negativos de las «infracciones», el paciente se dará cuenta y confirmará que existe una relación muy directa entre la alimentación y su estado de salud. Esto le ayudará a perfilar su tipo de alimentación idónea que implementará de por vida. Este paso es fundamental como prevención de una recaída en el futuro.
4. Reparación
Una vez que la infección ha remitido, la flora intestinal está equilibrada y el organismo del paciente dispone de una buena dosis de nutrientes, es conveniente introducir ciertos nutrientes para reparar la pared intestinal. Los más efectivos en esta etapa son aceite de pescado (OMEGA 3, ACEITE DE HÍGADO DE PESCADO, ACEITE DE KRILL, de 2000 a 15000 mg al día), VITAMINA C (de 500 a 10000 mg al día, momentáneamente, según necesidades), VITAMINA D3 (15-100 mcg al día) y L-GLUTAMINA (de 10 a 30 g al día, repartidos con las comidas). Todos estos nutrientes se encargan de reparar, sellar y fortalecer la pared intestinal. Igual que en la fase anterior, seguir rotando el antifúngico cada mes, pero reducir la dosis.
Otro nutriente que se aconseja tomar durante un tiempo es BIOTINA (1000-3000 mcg al día), para evitar que las levaduras sanas y presentes en el intestino crezcan en exceso y pasen de ser inofensivas levaduras a agresivos microorganismos fungales.
El tratamiento de la candidiasis crónica puede durar entre 4 y 12 meses. Hay expertos que opinan que por cada año de candidiasis crónica, se necesita aproximadamente un mes de recuperación.
El tratamiento requiere paciencia y mucho apoyo al paciente. Es importante que los terapeutas conozcamos y entendamos bien esta enfermedad y su proceso curativo, porque nuestro apoyo es fundamental para la recuperación del paciente. Durante el tiempo que dure el tratamiento, especialmente si calculamos que será largo, es normal que haya altibajos que desmotiven al paciente. Tenemos que avisarle de esto, y de que los síntomas posiblemente empeoren en determinadas fases, para que ni se asuste ni crea que está retrocediendo. Es normal que durante este proceso el paciente manifieste emociones que, tal vez, hasta él mismo desconoce. Es bastante común que se exprese con rabia y en ocasiones, tristeza.
Al final del tratamiento, además de sentirse fabulosamente, habrá descubierto también su tipo de alimentación ideal, que potencie su salud.
Me diagnosticaron esta patología por un abuso desmedido de hidratos y azúcares, eran mi debilidad pero tuve que dejarlos a un lado y comer más variado para solucionar mi problema.
Hola! Me gusta la información que he leído! Yo tengo un blog donde hablo también de candidiasis, además hay remedios caseros para aliviar los síntomas de la candidiasis, entre recetas y mucho más. Te dejo la dirección por si le quieres echar un vistazo! http://conviviendoconcandidas.com/ un saludo
Gracias por publicar éste artículo, es de mucha ayuda para quienes padecemos esta patología, ya que estaba comenzando a preocuparme por los síntomas que estoy presentando y ya veo que es por lo mismo. En este momento estoy en la segunda fase y no ha sido nada fácil.
Tengo una teoría al respecto 🙂 y es que algunos parásitos nos incorporan dentro de sus ciclos vitales modificando nuestros hábitos y así vamos dejando de estar en nuestra línea evolutiva, que sí debiera de estar en armonía con la naturaleza. Me parece que si las infecciones parasitarias (bacterias, hongos, virus, protozoos, nematodes, platelmintos) alteran los ciclos internos de nuestro organismo (como ser la producción de citoquinas) de forma constante y subclínica estarían haciendo que nuestro comportamiento se vea modificado por esta circunstancia y por las sustancias que producen estos inquilinos (toxinas y otras) o porque suplantan sustancias para engañar a nuestro sistema inmune (dopamina en la candidiasis, creo) generando en nosotros esa angustia existencial inexplicable, ese instinto de lucha por la supervivencia sin necesidad real o induciéndonos a preferir determinados alimentos que no serían nuestra dieta ideal y a ingerirlos en cantidades innecesarias, todo esto acorde al ciclo del parásito como también lo sería el viajar por gusto (para ampliar su territorio) y el ser predadores (para lo cual, pienso, se prolongaría el pensamiento egoísta del lactante gracias a una alimentación con productos animales más allá del período de amamantamiento inhibiendo el desarrollo adecuado de la capacidad empática, la que nos hace funcionar como especie, para hacernos pasibles de participar del ciclo de la Taenia, del Toxocara y del Toxoplasma, por ejemplo, creando una afinidad con los animales que forman estos ciclos, es decir perros, gatos, ganado, etc) y creando ambientes «antropizados» que desplazan los ecosistemas naturales; estos últimos serían los lugares donde el humano posiblemente pudiera vivir en armonía y sin tanto esfuerzo de no estar manipulado por estos «aliens» cuyos ciclos, por lo visto, son siempre de invasión, uso y destrucción sin más sentido que el sobrevivir a expensas de los seres que evolucionaron como formas de vida plenas.