El cáñamo parecía condenado a una existencia silenciosa y de perfil bajo, supeditado a la existencia de su hermana más famosa y más ambivalente, el cannabis o las semillas de marihuana. Y eso pese a que el cáñamo es una de las plantas más antiguas que conoce el hombre y le ha acompañado desde tiempos inmemoriales. Entre sus aplicaciones más comunes están las fibras textiles, la celulosa, la fabricación de materiales aislantes, la fabricación de biocombustibles, lubricantes y bioplásticos. Y en lo que tiene que ver con la alimentación, las semillas de cannabis (o cañamones) son el alimento vegetal con mayor valor proteínico (casi un 34% ) y de aceites grasos esenciales. Además, entre sus múltiples aplicaciones, se considera la fibra textil más larga, suave y resistente. Parece extraño que se oiga tan poco hablar de estas semillas, cuando para seguir sumando beneficios, además es una planta que podría luchar contra la deforestación de la industria papelera ya que sus frutos se recolectan cada año y por sus características mejoran la calidad del suelo cultivado.
Evidentemente no podemos desligar el cáñamo del cannabis, y si nosotros no podemos, parece que los legisladores y empresarios tampoco. Sólo esto explicaría que se pase por encima de una planta tan versátil y de muy bajo coste. Evidentemente, esta no es una tendencia absoluta. Cada vez más gente trabaja con el cáñamo como alternativa, y algunas empresas incluso han empezado a fabricar coches hechos de cáñamo basados en el coche de Henry Ford.
Esto mismo ocurre en el mundo de la alimentación, donde no es raro encontrar recetas como el hummus de cañamones, o las bebidas que usan el cáñamo como complemento nutritivo. Es importante señalar que este cáñamo está absolutamente libre de los componentes que convierten el cannabis en una sustancia psicoactiva, por lo que su consumo está indicado para todas las edades.